AÑO NUEVO...¿VIDA NUEVA?

Iniciamos un nuevo año, 2010.
Más que felicitároslo, os voy a desear buena suerte. Sí, lo siento, sé que puede sonar raro o, incluso, deprimente, y tal vez lo sea pero, en estos momentos, no me sale decir “Feliz año” (aunque os lo deseo), ahora mismo, solo os puedo decir “buena suerte”. Tal vez, porque es lo que me gustaría tener yo.
Los primeros días del año son los que prácticamente todos dedicamos, supuestamente, a replantearnos las cosas; los famosos “propósitos” de año nuevo, los cuales, el 99,99% olvida a la semana. De repente, el 1 de Enero, todos queremos ser mejor persona, cada uno a su manera, intentado dejar vicios, realizar buenas acciones sin ánimo de lucro, o cosas así. Cosas que, en realidad, son para sentirnos mejor con nosotros mismos, darnos algún tipo de esperanza en que las cosas nos pueden ir mejor si nosotros nos sentimos mejor. Necesitamos una excusa para proponernos algo, y por eso nunca la cumplimos pues, si lo fuéramos a hacer, no necesitaríamos esperar a cambiar de año para ello, lo haríamos y punto.
Somos inconformistas por naturaleza, queremos precisamente lo que no podemos tener; más o menos importante, pero aquello que no tenemos, se convierte en lo que más necesitamos. Y, por lo tanto, somos tontos. Desgraciadamente. Nos obcecamos pensando en aquello que nos falta, deseándolo a más no poder, y olvidándonos de lo que ya tenemos, perdiéndolo, incluso, sin enterarnos, por ansiar tanto lo inalcanzable. Es cierto que hay cosas por las que es lógico actuar de tal manera, pues pueden conllevar, de alguna forma, una salvación al conseguirlas. Pero, en general, la mayoría no son así.
En realidad, a mí me parece una gilipollez que alguien se proponga “x” cosas; no te las propongas, hazlas.
En teoría (repito, en teoría), los primeros días del año, todo bicho viviente se para a hacerse una “autoevaluación”, supongo que para ver cómo puede ser “mejor persona”. Imagino, que alguien lo hará, yo no porque, la verdad, me temo que, cuando acabara, no querría vivir un año entero más, ni medio (ja, para deprimirme, mejor paso). Creo que debo ir evolucionando según las cosas vayan pasando, pues, no por proponerme algo mi “destino” (o como quiera que se llame) va a ir a mejor o peor, además, yo nunca he podido hacer planes, se vuelven en mi contra; asique prefiero ir “capeando el temporal”. Lo que sí he de reconocer es que me encantaría poder saber lo que pasará de aquí a un tiempo (no puedo decir exactamente cuanto), no cómo seré yo ni nada de eso (a mí eso me da igual), si no, cosas más específicas; supongo que sería para estar preparada, yo siempre he querido saber las cosas bien claritas desde un principio, para estar “preparada”, jugar con ventaja supongo; aunque, imagino, que no seré la única.
Inseguridad ante el futuro, ¿quién no la tiene, o ha tenido? Creo que, en sí, es lo que tortura al ser humano (aunque también puede que ya me esté poniendo trascendental).

En definitiva, el ser humano es tonto por naturaleza, tenemos todo tipo de defectos (también virtudes, sí, pero hoy no va de eso), y todo tipo de miedos e inquietudes; uno de los más grandes: el futuro; u por ello hacemos aún más “tonterías”, para asegurarnos un buen porvenir (dependiendo de lo que cada uno entienda por “bueno”, o se conforme); pero mientras nos preocupamos por eso olvidamos otras cosas, tal vez, más importantes, por lo que, probablemente, por querer cambiar el mañana, nos fastidiamos el presente y, en consecuencia, el futuro.
Es lógico que uno siempre mire por unos mismo y los suyos, y que, la mayoría, sea lo bastante inteligente por mirar siempre primero por él (lo digo así porque, supuestamente, todo el mundo dice que, aunque es de buena persona mirar por los demás, olvidarse de uno mismo es de bueno ser tonto, por lo que al final se dice que uno siempre debe mirar por sí mismo el primero), pero también es cierto que muchos problemas ocurren cuando uno comete el fallo de mirar demasiado por sí mismo y olvidarse de sus seres queridos; cuando, por tanto “quererse” y procurarse un buen “día de mañana”, abandona todo y a todos los que siempre han estado ahí. Dañando, infinitamente, y perdiendo lo que ya tenía.
No siempre tiene por qué ser así de extremo pero, para llegar al final, siempre hay un primer paso.
A veces hay que tener cuidado con lo que se desea.
A veces hay que intentar no practicar tanto la indiferencia.
A veces hay que dejar de intentar labrarse un futuro, para mantener un presente.