Qué dificil es entender al ser humano. Podemos odiar y amar a alguien siempre en la misma medida, durante años. Podemos no soportarlo y, a la vez, perder el alma si lo perdemos. Nos empeñamos en sentir, en ser felices, en trabajar para vivir, y acabamos sufriendo, olvidando, y viviendo para trabajar.
No somos conscientes de lo que dependemos los unos de los otros, no comprendemos al resto, ni ellos a nosotros, por mucho que así lo finjamos. Pero lo hacemos. No somos simples máquinas que puedan discernir entre tanta gamas grises. Somo imperfectos por naturaleza, dañinos para los demás y para nosotros mismos, y a la mayoría ni le importa. Vivimos en una sociedad creada para máquinas, en la que los problemas personales no importan para pagar una casa, en la que el dinero es el elemento que hace de engrase para que todo fluya, y el veneno sin antídoto que, cuando falta, estás perdido. A nadie le importa por qué o por quién lloras, nadie lamenta tu ausencia, solo somos números, cifras que se empeñan en ser importantes, en superar al resto, y en diferenciarse logrando éxitos o creyéndose superiores por obtener gloria, la cual hoy en día se considera: ganar más dinero. Por mucho que lo intentemos, nuestra vida solo vale para nosotros, para aquellos que hemos encontrado en el camino, y que lloran en desconsuelo por nuestra muerte. Nadie se preocupará por nuestros dolores, nuestras penas... solo las alegrías atraen a la gente. El inconfundible interés. Solo quien se queda a nuestro lado cuando enfermamos, o que nos presta su hombro hasta quedar exhausto, solo esos, son los que nos ven como humanos. Esta vida está llena de hipocresía, y todos en algún momento de la nuestra hemos sido o somo hipócritas, no importan los motivos, nunca importaron. De eso va el juego. Somos especiales hasta que dejamos de serlo. Y todo esto, tan cruel e inhumano, lo hemos creado nosotros, el "ser humano", que preferimos esquivar la realidad, y desentendernos de los inconvenientes que se crucen en nuestro camino.
UNA VIDA DIGNA LA MERECE TODO EL MUNDO. Pero para muchos, solo aquel que pueda costeársela. Nos consideramos una raza superior porque dominamos al resto. Así como los ricos a los pobres. De eso se trata. No tenemos los mismos derechos porque solo existen para el más fuerte, la ley de la selva. Mayor corazón y valía tiene aquel que se acuesta cada noche en su cama, por poca liquidez que tenga, sabiendo que su mayor pecado en no haber tenido un poco de mejor suerte en si riqueza material; aunque, también, su mayor tranquilidad es tenerla en la riqueza personal, esa que no está en venta.
Me pregunto: ¿dos personas que sufren la misma desgracia sienten diferenta la misma según el grosor de su cartera? Ya no tengo esa bella creencia en el ser humano de que algún día comprenderá su error. No, eso jamás pasará. No tengo fé en ello. Y es que, como todo el mundo, solo confío en mí misma, y en mi criterio. Quien crea merecérselo que venga a buscarlo. Hasta entonces no esperaré a nadie, seguiré guiándome por mi institno, y solo creeré en quien ya me ha hecho creer. Porque la magia de la vida nadie se la puede inventar, está ahí, irreconocible, pero latente. Y sé que lloraré por quien no deba, y sufriré por quien no se lo merece, y sé que me agotaré, y me arrepentiré de muchas cosas. Pero, casi siempre, el arrpentiemiento solo aparece por no hacer algo con la completa seguridad de querer y deber hacerlo. Aunque esa excusa muchos se la toman como tal para dar una respuesta fácil y despreocupada de algo en lo que no han hecho bien. Pero, como siempre, todo depende del caso.
Por suerte sé por quién me merece la pena llorar, y sé a quién daría mi hombro, sé con quienes pasaría la vida, y sé quiénes no lo harían conmigo. No sé la mitad de las cosas, pero tengo la tranquilidad de que, lo poco que sé, lo sé de verdad.
Tengo 20 años, y mucho tras de mí, pero no se me olvida todo lo que tengo delante. Mucho. Y deseo que así sea, así como espero tener suerte, esa de la que no se compra.
Seré una ilusa, pero aún creo en la magia, no la del ser humano, esa que nadie entiende y no reside bajo una manga; y a unque las personas no la poseamos, podemos tener la suerte de toparnos con ella. Quién sabe.
Seguiré teniendo esperanza, pero solo por quien sé que la merece y que me da ese mismo regalo. Y no es que tenga todo claro, que sea una listilla, haya tenido una revelación o algo po rel estilo, simplemente creo que, a veces, hay que liberar las alas.
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lunes, 5 de noviembre de 2012
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